Fluye con la vida

Imagina caminar por la orilla de la playa, con la frescura del agua acariciando tus pies descalzos. Te detienes un momento, cerrando los ojos para sumergirte en esta sensación. Es entonces cuando te sorprende la habilidad del mar para abarcar tantos lugares distintos.

Te maravilla pensar que el agua que sientes en tus pies podría estar tocando los de alguien más al otro lado del océano. Te das cuenta de que el agua simplemente fluye, sin esfuerzo ni pretensiones, siguiendo su propia naturaleza. En su fluidez, abraza todo a su paso, desde las orillas iluminadas por los rayos del sol hasta el fondo más profundo y oscuro del océano.

Al observar cómo el agua sigue su curso sin resistencia, te inspira a reflexionar sobre la belleza y la simplicidad del fluir amable de la vida. Te das cuenta de la importancia de dejar ir el control y permitir que las cosas sucedan con naturalidad, confiando en el flujo del universo.

Esta reflexión es un recordatorio de que, al igual que el agua, podemos encontrar serenidad y armonía cuando nos permitimos fluir con flexibilidad y aceptación.

Dejar de forzar no implica pasividad, sino fluir con lo que ocurre, sin resistencia, y adaptarse a todas las formas en las que la vida se manifiesta. Al igual que el agua, que sin esfuerzo abarca todo, nuestra verdadera fortaleza radica en nuestra flexibilidad y fluidez.

Esta es mi invitación para ti este mes: Te animo a observar el agua y meditar en su fluir natural, espontáneo y perfecto. Si notas que en algún momento te encuentras forzando una situación o siendo dura contigo misma, recuerda el poema “Gansos Salvajes” de Mary Oliver, que nos recuerda nuestra esencia suave, espontánea y amable, como la propia naturaleza.

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Gansos salvajes

“No tienes que ser buena.
No tienes que atravesar el desierto de rodillas en penitencia.
Solo tienes que dejar que ese delicado animal que es tu cuerpo ame lo que ama.
Háblame de tu desesperación y te contaré la mía.
Mientras tanto, el mundo continúa.
Mientras tanto, el sol y los claros guijarros de la lluvia avanzan por los parajes,
sobre las praderas y los árboles frondosos, las montañas y los ríos.
Mientras tanto, los gansos salvajes, que vuelan alto en el aire azul y puro, se dirigen nuevamente a casa.
Quienquiera que seas, por muy sola que estés,
el mundo se ofrece a tu imaginación,
y te llama como los gansos salvajes, chillando con excitación,
anunciando una y otra vez tu lugar en la familia de las cosas”.

  • Mary Oliver.

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